Estábamos los tres sentados debajo del árbol grande,
aprovechando su sombra generosa. Es lindo tomar unos mates después de la siesta
en los días de más calor. Molestan un poco estás mosquitas que llaman Barigüí.
Se vienen en manadas, y como son mordedoras, hay que tener mucha templanza para
aguantarlas quietito.
Blackie y Tiger, la perra y el gato de la casa,
tirados en el pasto y yo en una silla bajita.
-¡Va lindo! ¿Nó?- Dijo de pronto Tiger, un muchacho
bien cazador de pajaritos y lauchas, pero que se mueve con la elegancia y
pereza de todos los gatos.
-¿Qué cosa?- Preguntó Blackie, siempre atenta a los
ruidos de la calle para salir ladrando a cualquier auto o moto desprevenida.
-¡La vida! ¡Por lo menos para mí! Tengo varios gatos
amigos en el barrio, me muevo por donde quiero, duermo cuando me da la gana, si
rasco un poco la puerta de la veterinaria me llenan el plato de alimento y
hasta ahora nunca me enfermé de nada ¿Qué más puedo pedir?-
-¡Y sí! ¡Pensándolo bien tenés razón! Yo no tengo
tanta suerte. Anoche me amenazaron de muerte-
Me cebé un mate espumoso y me sonreí divertido.
Blackie tenía razón. Yo fui testigo y partícipe del asunto pero la dejé seguir
con el cuento.
-¿Cómo que te amenazaron de muerte?- Preguntó Tiger
escandalizado ¿Hiciste algo grave?-
-¡Mirá! Ya estaba oscuro y yo conversaba en la
vereda con las perras de la vecina. De pronto vimos venir un tipo en bicicleta
haciendo unas piruetas de cordón a cordón. En cuanto pasó al lado nuestro le
hicimos una corrida ladrando y el hombre, en vez de seguir sin darnos
importancia como hacen todos, empezó a gritar como loco, frenó y al querer
pisar en el asfalto se cayó de culo-
-¿Estaría enfermo?- Preguntó Tiger
-¡Dejame terminar a mí!- Le dije a Blackie –Ya te
tengo dicho que eso que hacen no está bien y que si te agarró te voy a dar una
buena soba. Anoche yo también sentí los gritos y por eso salí a ver que pasaba.
El hombre no estaba enfermo. Estaba completamente en pedo y por eso se cayó-
-¿En pedo?
-¡Sí! ¡Lleno de alcohol! En cuanto me vio, la señaló
a Blackie y con la lengua dura como madera dijo:
¡Esa perra se va a morir pronto! ¡Le voy a pedir un
fusil al ejército y le voy a meter un cuetazo!-
-¿Será verdad?- Preguntó Blackie temblando.
-¡Cómo no! ¡Si seguís ladrando a los ciclistas sos
boleta!-
La perra escondió la cara entre las manos y yo seguí
tomando mate tranquilamente. Ojalá escarmiente, aunque la amenaza haya sido un
poco exagerada.
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