Han pasado por acá legiones de estudiantes o
“aprendices”, como se los llama en el pueblo.
De cada uno quedaron historias que contar. Los hubo
de todos los tipos y características. Serios, locos, estudiosos, “camperos”,
activos, demasiado tranquilos, argentinos o extranjeros. Pero hasta ahora,
ninguno coincidió con tiempos de una pandemia.
Le tocó a Eleonore Boudet, una estudiante de
veterinaria de Alfort, Francia, que llegó como parte de un programa de
intercambio.
Casi al mismo tiempo que con ella, nos cayó la bomba
del Coronavirus. Tanto, que a los pocos días de su llegada a San Manuel, me
llamaron de la Unidad Sanitaria del pueblo por la denuncia de un vecino:
-¡Hola Jorge! ¿Es verdad que con vos empezó a
trabajar una francesa? Preguntó Carolina.
-¡Si! ¡Es verdad!
-¿Y desde cuando está acá?
Ahí me dio por hacerle una broma, un poco fastidiado
por la denuncia anónima.
-¡Vino desde Francia hace tres días! Pero está bien.
Solo un poco de fiebre y tos…
-¿Qué? ¿En serio?
Como no aguante la risa, enseguida se dio cuenta de
que no era cierto y se alivió
-Vino a principios de enero a la Argentina, y está
perfectamente bien de salud Carolina. Si tenemos algún problema enseguida me
comunicaré con ustedes.
Ahí empezaron unos días de trabajo intenso pero
raro. De a poco fueron cerrando posibilidades. Primero el que no podemos andar
más de dos personas en la camioneta cuando vamos a trabajar, después el horario
tope de las 18.00 hs para estar en la calle y por fin, las enormes precauciones
que tomamos para no contagiarnos y no contagiar.
De todas maneras, hemos podido hacer muchas cosas en
este tiempo, tactos en vacas y vaquillonas, necropsias, vacas y caballos
enfermos, algunas operaciones de pequeños y otras delicias.
Pronto podrá volver a su país en uno de los vuelos
de repatriación que ha programado su gobierno. Y se sumarán sus anécdotas al historial de los residentes en San Manuel.
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