martes, 20 de octubre de 2009

Día de lluvia y sangre

Esta foto no tiene nada que ver con el relato que sigue, pero el asado estuvo muy bueno.
Teníamos que hacer tacto a unas 400 vacas en la manga de Luro. Julio, el encargado, hombre enérgico y muy organizado, ya tenía todo encerrado para cuando llegué. Estaba también Dardo, un entrerriano voluntarioso y bonachón. Todos los años hacíamos ese trabajo entre los tres y las rutinas se cumplían. Dardo echaba vacas en los corrales y las hacía desfilar sin pausa. El solo con un perro. Yo hacía el tacto y cortaba la cola a las vacías, y Julio agarraba en el cepo, boqueaba y despuntaba la oreja a las viejas. Nunca tardábamos mas de dos horas y media.
El día estaba muy nublado, pesado, con presagios de tormenta fuerte. Me acuerdo que antes de empezar hablamos del clima y quedamos en largarnos a trabajar y despues ir viendo. Y empezamos con el ritmo acostumbrado, charlando de mil cosas, mientras las vacas pasaban en una caravana interminable. Ya habríamos hecho unas 150 cuando cayeron las primeras gotas.
-¿Que hacemos?- Le pregunté a Julio
-¡Lo que usté quiera Jorge! Me dijo -Por mí seguimos. Total no tenemos el lomo de azucar ¿Nó?- Y se rió
-¡Y bueno! ¡Ya tendremos tiempo de secarnos!- Contesté. Dardo no dijo nada.
Y las gotas suaves se hicieron mas fuertes, y en una hora estaba lloviendo a mares. Nos faltaban como 100 vacas pero ya estabamos en mitad del río y había que meterle. Casi no hablabamos, en parte por el disgusto, y en parte porque el ruido de la lluvia y los truenos eran fatales.
Julio se inclinó a boquear aquella vaca y cuando vió que casi no tenía dientes, agarró el cuchillo para despuntarle la oreja. Justo que iba a cortar, la vaca giró la cabeza arrastrando la mano de Julio, y la filosa cuchilla le corrió entre los dedos.
-¡A la puta que lo parió! Dijo rabioso, y se agarró la mano herida contra las bombachas mojadas, mientras caía el chorro de sangre.
-¡Dejamos Julio!- Le dije
-¡Nó! Espere un cachito que me acomode- Se sacó el pañuelo del cuello y se envolvió la mano apretandolo bien fuerte.
-¡Ahora sí!- Dijo contento. Yo seguí haciendo el tacto y cortando también las orejas. Al terminar el trabajo había sangre por todos lados y nosotros tres calados hasta los huesos.
Lo lindo de estos días es que despues uno se dá un baño caliente, se pone ropa seca y los mates que se toma, parecen mas ricos que nunca.

2 comentarios:

  1. JaJa es verdad, la cama tambièn parece màs linda...me reì con lo de lomo de azucar jaja...muy ingenioso. Saludos.

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  2. Jajajaja que cosa Doc, como puede ser que disfrutemos de cosas que para la mayoría es un sacrificio, pero bue..... y es muy cierto que unos mates despues de trabajar fuertemente tienen un sabor muy especial, parece mentira pero es así.
    UN ABRAZO GRANDE

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