domingo, 4 de octubre de 2009

El potaje de Pirincho


Esa tarde tenía que hacer tacto a unas 400 vacas en el campo de Ayacucho y Bernardo, el encargado, quedó en pasarme a buscar después de almorzar.
Cayó cerca de la una. Cargué el mameluco, botas de goma, balde, cuchillo, guantes, algo mínimo de instrumental por cualquier emergencia, y salimos charlando de lo mas campantes. Era un día de calor y con bastante viento. Cuando tomamos la ruta 29 empezó el baile. El primer desarreglo fué en el momento en que el viejo Bernardo, se mando tremendo y nauseabundo eructo mientras se acariciaba la panza. Por suerte, él mismo abrió la ventanilla, ya que a mí me daba un poco de verguenza ajena.
-¡Que lo tiró!- Me dijo -El potaje de Pirincho no me cayó muy bien-
Pirincho es un buen cocinero de la localidad, que por aquellos días, había abierto un pequeño restaurant que trabajaba bastante, sobre todo con los viajantes de comercio que llegaban al pueblo en días de semana.
Habríamos hecho otros 10 km, y de pronto Bernardo paró la camioneta y se bajó corriendo hasta unas plantitas. Como soy medio despierto, me dí cuenta enseguida que iba al baño. Al rato volvió también corriendo y arreglandose la faja.
-¡Ahora sí! ¡Se conoce que comí mucho!-
Llegamos al campo. La hacienda estaba encerrada, así que despues de los saludos y preparativos, empezamos el trabajo. El viejo Bernardo al cepo. Al agacharse haciendo fuerza para agarrar una de las primeras vacas, se tiró un pedo tan fuerte que lo oyó hasta el hombre que ayudaba echando animales, allá atras en el huevo de la manga. Yo me dí vuelta y nos miramos con ganas de reirnos, pero nos quedamos quietitos como para no molestar al doliente. Se vé que el viento venía con premio porque Bernardo dijo: -¡Ya vengo!- Y salió corriendo otra vez..
Y así se fué pasando la tarde, amenizada con seis corridas mas del afectado, bien contadas por todos los presentes.
La cosa fué que al terminar el trabajo, fuí hasta la camioneta para cambiarme y ahí el tipo me gritó: -¡Guarda dotor con lo que pisa!- Y entonces lo ví. Atras de la camioneta había siete churretes como de ternero guacho, coronados con un pedazo de papel higiénico cada uno.
¡Se vé que el potaje venía bien fuerte!

3 comentarios:

  1. JAJAJA lo leì mientras comìa tarta...QUE AGRADABLE historia...jajaja...No habìa otro lugar que no fuera la camioneta...dio mìo...xD

    ResponderEliminar
  2. ¡Y sí Hernan! Un relato escatológico pero completamente real... Ja Ja

    ResponderEliminar
  3. jajajaja la verdad que el comentario UNA CAGADA jajaja como me hiciste reír, que hijo de mil....como fue la vuelta..... un abrazo doqui

    ResponderEliminar

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...