En los días que vuelvo del campo sin mucho apuro, aprovecho para hacer alguna cosa que me gusta. A veces agarro al vuelo tres o cuatro perdices para hacerme un guisito con arroz, otras paro en algún buen lugar a tomarme unos mates con la tiznada, y en ocasiones, me meto en alguna laguna a juntar huevos para una linda tortilla.
Ese día justo pasé por una enorme laguna llena de juncos que, en la época de postura, se cubre de nidos de gallaretas, patos y biguaes. Dejé la camioneta a un costado de la calle y me metí en calzoncillos con un balde en la mano, a juntar unos cuantos huevos. El día estaba lindo así que en cuanto salí, y mientras me secaba, me tiré en la orilla a descansar con un pastito en la boca.
De pronto oí que alguien hablaba en voz baja. Como yo estaba medio escondido entre el junquillo no me habían visto. Me incorporé despacio, y espiando, pude ver que a unos veinte metros de mi lugar, flotaba muerto el cuerpo grandote y gris de un chajá. Tenía las alas abiertas y un manchón de sangre en el lomo era señal de que seguramente algún cazador lo había baleado. A su lado estaba la señora chajá. Lucía muy triste. Era ella la que hablaba así que me quedé escuchando.
-¡No sé porqué nunca nos contamos lo que sentíamos! Fué tan natural y tan bueno estar con vos. Será que nunca precisamos decir nada. Desde el día en que te ví volar alrededor mío con tanta fuerza, y ví tus ojos de acero y dulces a la vez, ya no pensé mas nada. Serías mi macho para siempre- Y se quedó un rato como recordando.
-¡Que feliz me hiciste! No sé si habrá habido alguna chajaza tan feliz como yo. Todas las cosas que nos pasaron fueron livianas porque sabía que estabas vos. Fuiste bueno, cariñoso, protector y bravo para defendernos. Conté con vos siempre. Cuando criamos tantos lindos chajacitos. Cuando nos golpearon las granizadas, o nos agarraron las tormentas de tierra, o cuando tuvimos que aguantar aquellas sequías que nos dejaron casi sin comer Ja Ja ¿Te acordás? Estabamos flacos pero seguíamos felices- Se lamentaba la pobre chajaza en su monólogo, y yo, porqué no decirlo, iba sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta ¿Será posible? Pensaba. Si hasta me parecía que la pobre tenía los ojos mas brillantes que lo normal.
-¡Y nuestro nido!¡Qué lindo! Cuanto trabajo nos dió hacerlo. Era grande, calentito y bien cómodo para que pudieramos dormir tranquilos y vigilar a lo lejos por si andaba algún bicharraco dañino- Se quedó quieta y callada un rato. Tanto que pensé que no diría mas nada, pero de pronto exclamó: -¡Y bueno parte mía! Te fuiste de acá pero vas a seguir conmigo hasta que yo me vaya también- Se inclinó sobre el finado, le apoyó el pico un rato largo en la cabeza y despues, extendiendo las alas, se alzó por el aire y de a poco se fué perdiendo a lo lejos.
Volví a la camioneta pensando que cosa será la que lleva a que algunos animales, como los chajaes, armen una sola pareja en su vida ¿Que lindo, nó?
Ese día justo pasé por una enorme laguna llena de juncos que, en la época de postura, se cubre de nidos de gallaretas, patos y biguaes. Dejé la camioneta a un costado de la calle y me metí en calzoncillos con un balde en la mano, a juntar unos cuantos huevos. El día estaba lindo así que en cuanto salí, y mientras me secaba, me tiré en la orilla a descansar con un pastito en la boca.
De pronto oí que alguien hablaba en voz baja. Como yo estaba medio escondido entre el junquillo no me habían visto. Me incorporé despacio, y espiando, pude ver que a unos veinte metros de mi lugar, flotaba muerto el cuerpo grandote y gris de un chajá. Tenía las alas abiertas y un manchón de sangre en el lomo era señal de que seguramente algún cazador lo había baleado. A su lado estaba la señora chajá. Lucía muy triste. Era ella la que hablaba así que me quedé escuchando.
-¡No sé porqué nunca nos contamos lo que sentíamos! Fué tan natural y tan bueno estar con vos. Será que nunca precisamos decir nada. Desde el día en que te ví volar alrededor mío con tanta fuerza, y ví tus ojos de acero y dulces a la vez, ya no pensé mas nada. Serías mi macho para siempre- Y se quedó un rato como recordando.
-¡Que feliz me hiciste! No sé si habrá habido alguna chajaza tan feliz como yo. Todas las cosas que nos pasaron fueron livianas porque sabía que estabas vos. Fuiste bueno, cariñoso, protector y bravo para defendernos. Conté con vos siempre. Cuando criamos tantos lindos chajacitos. Cuando nos golpearon las granizadas, o nos agarraron las tormentas de tierra, o cuando tuvimos que aguantar aquellas sequías que nos dejaron casi sin comer Ja Ja ¿Te acordás? Estabamos flacos pero seguíamos felices- Se lamentaba la pobre chajaza en su monólogo, y yo, porqué no decirlo, iba sintiendo que se me hacía un nudo en la garganta ¿Será posible? Pensaba. Si hasta me parecía que la pobre tenía los ojos mas brillantes que lo normal.
-¡Y nuestro nido!¡Qué lindo! Cuanto trabajo nos dió hacerlo. Era grande, calentito y bien cómodo para que pudieramos dormir tranquilos y vigilar a lo lejos por si andaba algún bicharraco dañino- Se quedó quieta y callada un rato. Tanto que pensé que no diría mas nada, pero de pronto exclamó: -¡Y bueno parte mía! Te fuiste de acá pero vas a seguir conmigo hasta que yo me vaya también- Se inclinó sobre el finado, le apoyó el pico un rato largo en la cabeza y despues, extendiendo las alas, se alzó por el aire y de a poco se fué perdiendo a lo lejos.
Volví a la camioneta pensando que cosa será la que lleva a que algunos animales, como los chajaes, armen una sola pareja en su vida ¿Que lindo, nó?
Que historia mas bella¡¡¡¡
ResponderEliminarLe gustaria ser mi chajacito...doc ??? jaja besos