“Andamos en tiempos raros. Cuando todo hacía pensar que serían meses bravos, de desasosiego, de batallas dialécticas y no tan dialécticas con algún garrote de por medio, cuando creíamos que se venía la mayor pegatina y cagatina de carteles y propagandas, cuando las turbulencias de siempre nos azotarían por las nalgas y los bolsillos, cuando aventuramos que por fin se venían los cambios y se arreglarían muchas cosas, hemos llegado a estos tiempos raros.
Hay algo extraño en todo. Se vive como con sordina. Solo hay una propaganda constante y machacona que parece haber adormecido ciencias y conciencias. Es como si todo fluyera hacia un solo lado. Que no hay equivalencias. Está casi todo comprado y sometido y lo que todavía no lo está, recibe amenazas y presiones constantes.
Y así los disgustados ya no sienten tanto mal sabor, y los indignados hasta no hace mucho, ahora son dignos tolerantes, y los rebeldes que osaban cuestionar, ahora se subieron despacio en sus canoas y se pusieron a remar corriente abajo.
Tal vez estos períodos hayan pasado varias veces y en muchos otros lugares, pero yo nunca los viví y por eso desconfío de que sean buenos. En un país de haraganes, traidores, corruptos, mentirosos y ladrones a todo nivel, siempre se vive en medio de conflictos. Necesariamente. Y por esta quietud, y por no saber en que terminan estas cosas, es que me asaltan negros presentimientos. Ojalá que no se cumplan.”
Y entonces, viendo que se venía la lluvia, el mercader marroquí de larga y blanca barba dejó de hablar y guardó las telas en su valija. Su acompañante juntó las sillas plásticas y las apiló contra la pared. Vestían largas túnicas y sandalias gastadas. Caminaron juntos hasta el hamman y se dispusieron a tomar un baño. Anochecía en Rabat.
Las historias son circulares y paren historias iguales en cualquier tiempo y cualquier lugar.
Hay algo extraño en todo. Se vive como con sordina. Solo hay una propaganda constante y machacona que parece haber adormecido ciencias y conciencias. Es como si todo fluyera hacia un solo lado. Que no hay equivalencias. Está casi todo comprado y sometido y lo que todavía no lo está, recibe amenazas y presiones constantes.
Y así los disgustados ya no sienten tanto mal sabor, y los indignados hasta no hace mucho, ahora son dignos tolerantes, y los rebeldes que osaban cuestionar, ahora se subieron despacio en sus canoas y se pusieron a remar corriente abajo.
Tal vez estos períodos hayan pasado varias veces y en muchos otros lugares, pero yo nunca los viví y por eso desconfío de que sean buenos. En un país de haraganes, traidores, corruptos, mentirosos y ladrones a todo nivel, siempre se vive en medio de conflictos. Necesariamente. Y por esta quietud, y por no saber en que terminan estas cosas, es que me asaltan negros presentimientos. Ojalá que no se cumplan.”
Y entonces, viendo que se venía la lluvia, el mercader marroquí de larga y blanca barba dejó de hablar y guardó las telas en su valija. Su acompañante juntó las sillas plásticas y las apiló contra la pared. Vestían largas túnicas y sandalias gastadas. Caminaron juntos hasta el hamman y se dispusieron a tomar un baño. Anochecía en Rabat.
Las historias son circulares y paren historias iguales en cualquier tiempo y cualquier lugar.
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