Había llovido toda la noche y la mañana siguiente se pasó entre lloviznas y chaparrones. Como a las 10 me llamó Marcelo desde el campo, cerca de Licenciado Matienzo:
-¿Y doctor? ¿Qué hacemos?- Esa misma tarde teníamos programado el tacto de 280 vacas.
-¡No sé Marcelo! ¡Cómo te parezca! ¿Hay mucho barro?-
-¡Y sí! Hay barro, pero tengo todo encerrado desde ayer, así que si no llueve mucho podríamos tratar de hacerlo-
-¡Dale!- Contesté sin mucho entusiasmo –A las dos de la tarde estoy ahí-
Y después de almorzar, nos fuimos despacito con Juan. Llevamos algo de ropa para cambiarnos, por las dudas, y encaramos ¡Que de los cobardes no hay historia!
Hicimos el primer lotecito de 60 vaquillonas sin problemas, pero desde el sur se nos venía encima una tormenta gorda y gris. Y el aguacero se largó cuando estábamos palpando el lote de las vacas viejas.
Corrimos al galpón. Marcelo metió el caballo bajo techo y corrió hasta la casa para calentar el agua del mate. Y de paso se trajo una botella de caña “Mariposa” que fuimos bajando con discretos besos al gollete, entre mate y charla. Se nos fue mansamente una hora larga y la lluvia que no paraba.
Por fin decidimos abandonar la tarea porque seguramente el camino de tierra para volver a casa, se estaría poniendo muy bravo.
Una tarde de lluvia.
-¿Y doctor? ¿Qué hacemos?- Esa misma tarde teníamos programado el tacto de 280 vacas.
-¡No sé Marcelo! ¡Cómo te parezca! ¿Hay mucho barro?-
-¡Y sí! Hay barro, pero tengo todo encerrado desde ayer, así que si no llueve mucho podríamos tratar de hacerlo-
-¡Dale!- Contesté sin mucho entusiasmo –A las dos de la tarde estoy ahí-
Y después de almorzar, nos fuimos despacito con Juan. Llevamos algo de ropa para cambiarnos, por las dudas, y encaramos ¡Que de los cobardes no hay historia!
Hicimos el primer lotecito de 60 vaquillonas sin problemas, pero desde el sur se nos venía encima una tormenta gorda y gris. Y el aguacero se largó cuando estábamos palpando el lote de las vacas viejas.
Corrimos al galpón. Marcelo metió el caballo bajo techo y corrió hasta la casa para calentar el agua del mate. Y de paso se trajo una botella de caña “Mariposa” que fuimos bajando con discretos besos al gollete, entre mate y charla. Se nos fue mansamente una hora larga y la lluvia que no paraba.
Por fin decidimos abandonar la tarea porque seguramente el camino de tierra para volver a casa, se estaría poniendo muy bravo.
Una tarde de lluvia.
Como dice el cantor: "Cuando llueve en Entre Ríos, el buen gaucho se sosiega,larga el trabajo y al rancho, como peludo a su cueva"
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