martes, 31 de julio de 2012

Días de frío


¡Qué bárbaro! Está haciendo un frío grande por estos lugares. Se han helado hasta las ramas bajas de los eucaliptus. Casi todas las mañanas se ve el campo blanqueando y el lomo de los animales con escarcha fina. Ellos comen como si nada. No le dan pelota a la temperatura. Anteayer me tocó salir antes del amanecer. Tenía que hacer una necropsia a una vaca muerta en la tarde anterior. Llegué al campo. Me puse un pulover de lana gruesa sobre la ropa, y después el mameluco. Me calé la gorra hasta las orejas y caminé los cincuenta metros hasta el lugar donde la candidata se había despedido del mundo. Quise sacar agua de una bebida pero no pude romper el hielo. Me empezaron a doler los dedos de las manos, así que no perdí tiempo en ponerme a trabajar justo cuando el sol rayaba en el horizonte. Apenas podía sostener el cuchillo y el aliento se quedaba a las vueltas alrededor mío, convertido en nubes de vapor.
De a poco fui prestando más atención a las lesiones y menos a la frescura del día. La pobre vaca tuvo una hipomagnesemia aguda y no aguantó el chiste. Ahí quedó un ternero casi a término sin nacer, y una vaca menos en el número total del rodeo de Martínez. Cosas del campo.
Cuando terminé me acerqué al tanque australiano y pude sacar algo de agua porque el hielo era más fino que en la bebida. Ya no se sentía el frío. Y cuando me subí de nuevo a la camioneta para ir hasta el próximo trabajo, mis manos estaban otra vez coloradas y tibias.  

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