domingo, 29 de julio de 2012

A él le gusta coser


Es cierto que cada cual tiene alguna habilidad. Hay que saber encontrarla. Conozco gente que tiene montones de años pero todavía no sabe para qué tarea sirve. Y será por eso que parecen inútiles. En cambio, para Tarigio Pizarro, el paraguayo que vive y trabaja en “La Concepción” y al que apodan Tarugo, la vocación se le apareció desde chiquito. Le gusta coser. Me contaba un día, que se crió en un rancho de adobe en una estancia grande en la selva de su país. Tiene once hermanos vivos y cuatro muertos. Eran medio salvajes. Se pasaban el día jugando, peleando entre ellos y cazando cuanto bicharraco se les aparecía. Además salieron todos buenos pescadores. Pero al único que lo tentaba el hilo y la aguja era a él. Ni siquiera a sus hermanas, así que la buena de Abundia, su mamá, lo metió en los secretos de los hilvanes, los ruedos, el bordado y los surfilados. Medio a escondidas, porque esta siempre fue una tarea de mujeres, pero a él le gustaba. Después la vida hizo un desparramo con su familia y Tarigio terminó en Argentina, trabajando en el campo, cerca de Tandil.
Es un tipo de muy buen carácter. Enérgico, trabajador, incansable en las tareas de la manga y muy baqueano con los animales. Yo no supe de sus habilidades con la aguja hasta el mes pasado. Me tocó ir a “La Concepción” para atender el parto de una vaquillona. Tenía un ternero atrancado. Apenas asomaban las pezuñas entre los labios de la vulva y se veía que eran desproporcionadamente grandes para esa salida. Después de revisarla y evaluar la cosa decidí hacer una cesárea. Debía ser la sexta en pocos días.
-¡Sonamos Tarugo! Hay que abrirla- Le dije a Tarigio.
La volteamos, maneamos y preparamos en un ratito. Mientras hacía una bonita incisión y agarraba una patita de la ternera para sacarla, Tarigio, medio con desconfianza me dijo:
-¡Esta bueno esto de las cesáreas dotor! Me gustaría que me enseñara a hacerlas ¡Total! No le voy a sacar el trabajo a usté. Solamente es porque soy medio aficionado a la costura y si me deja probar va a ver como la coso toda-
Yo sabía que Tarugo no era tipo de andar macaneando, así que pensé que no tenía nada de malo dejarlo probar mientras yo lo fuera guiando.
-¡Está bien!- Le dije -Ayudáme a sacar esta ternera y te muestro como se sutura- Pero el tipo se rió y me dijo: -¡Ya se! Lo vi varias veces y se me ocurrió que se puede hacer un punto nuevo- Lo miré asombrado, y con algo de desconfianza, le di la aguja, el hilo y el portaagujas. Se mando una sutura increíble y con un leve cambió que me desconcertó, pero tuve que admitir que quedaba mejor que mi trabajo.
-¿Qué le parece dotor?-
-¡Increíble! Sos un maestro-
Cuando terminamos me invito a tomar mate en la cocina, me contó su historia y supe cómo había encontrado su habilidad, allá lejos en su rancho de Paraguay.

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