Estuve
de presidente de mesa desde 1983 hasta 1990 en ocho oportunidades. Así como me
encontraron de golpe, de golpe también se olvidaron de llamarme, y por suerte
nunca más fui citado… ¡Hasta el mes pasado! Cuando recibí la notificación de
que tenía que estar de autoridad de mesa en las PASO, en la elección de verdad
en octubre, y eventualmente en el siguiente ballotage.
No
es que uno no sepa que esto es un deber ciudadano, y que dar un día por el país
no es demasiado sacrificio, comparado con las penurias de nuestros próceres de
mayo. Estos y tantos otros son los argumentos que usan para convencernos;
además de la moda nueva, que yo no conocía, de que el estado le paga unos pesos
a cada autoridad de mesa. A pesar de todo esto, digo, a la inmensa mayoría ¡Nos
rompe las p… que nos enchufen esta tarea!
Y
con el ánimo templado, me apersoné en la escuela N° 15 de San Manuel, a las
7.40 hs. de la mañana, dispuesto a tomármelo con calma.
El
día se fue entre charlas, mates, fotos, saludos con todos los votantes, que son
gente conocida y vecinos del pueblo, y comida variada que aportaron las mujeres.
Otra moda nueva, es dar a cada mesa una caja con vituallas de todo tipo, así
que en las interminables horas de votación, comimos alfajores, galletitas y
caramelos, y me sorbí con deleite una chocolatada. Todo provisto por el Estado
Nacional. También hubo llamadas telefónicas. La más alocada fue la de un amigo muy
preocupado, porque en la puerta de su casa, un perro se había “abotonado” con
una perra.
-¿Y
cuál es el problema?- Le pregunté, tratando de disimular el tema de la
conversación, ya que estaba sentado en medio de un lote de fiscales.
-¡El
problema es que tiene el bicho metido adentro hace como 10 minutos! ¿Es normal?-
-¿Y
la perra que hace?- En ese momento me di cuenta de que la pregunta no fue la
ideal, porque se hizo un silencio y todos me miraron.
-¿Y
qué va a hacer? Está quietita abajo del perro y se ve como agitada- Contestó el
amigo.
Revoleando
los ojos, y con cara de científico, le dije que los dejara nomás, que así es la
naturaleza, que “la cosa” entre los perros dura bastante más que en los humanos,
porque tienen mucho licor que descargar, y que la agitación de la perra, tal
vez no fuera por sufrimiento. Ya mis compañeros de mesa se habían dado cuenta
del tema de la charla y hacían coro con grandes carcajadas.
A
las 18.00 hs. se cerró la votación y empezamos el recuento. Fue una cosa de
locos. Ya todos conocen las boletas que tuvimos que usar. Papeles de casi un
metro de largo, que los electores cortaron varias veces para seleccionar sus
preferencias. Así que el recuento fue larguísimo, sumado a las cosas que a
veces uno no entiende de los fiscales, que en su empeño de recolectar hasta el
último voto, joden a todo el mundo.
En
nuestra mesa abrimos un sobre y adentro había una boleta rota en mil pedazos.
De todas maneras, por el color se adivinaba de qué partido era, así que el
fiscal correspondiente pidió “reconstruirla”. Nos miramos sin hablar pero
pensando todos lo mismo. Era evidente que ese votante no tuvo voluntad de
elegir a nadie ¡Pero no! El fiscal se empecinó tanto, que tuvimos que tomarlo
como voto recurrido, ya que era imposible ordenar el rompecabezas, y hacer
después toda la papelería correspondiente ¡Media hora más de trabajo!
Y
para el postre quedó el espectáculo de ver las caras largas de los derrotados y
la alegría contenida de los ganadores.
¡Al
final tan mal no se pasa! ¡Que vengan pronto las de octubre!
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