Los
toros son animales muy grandes y pesados. Llegan cómodamente a una tonelada de
puros huesos y músculos. Aunque sean mansos, siempre representan un riesgo
potencial. Con solo una “caricia” pueden partirle el cuerpo al humano más
fortachón.
Hace
unos días tuvimos una prueba.
Esto
pasó en el campo de Juan Almada, “La Primavera”. Allí está a cargo de la
hacienda un chico muy voluntarioso y trabajador. Es Pedro Gómez, nacido y
criado en la zona de San Manuel.
Esa
mañana, Pedro se levantó temprano y después de tomar mate, se fue caminando
tranquilamente hasta el galpón. Sacó el tractor, enganchó el mixer y silbando
bajito lo cargó con el maíz, el núcleo y un poco de pasto seco. Primero
alimento los tres corrales de novillos y después le tocó al de los 20 toros que
Almada tiene encerrados, para apurar el engorde y venderlos.
En
un ratito descargó la ración de los grandotes, pero le llamó la atención un
pedazo de silo plástico que el viento había llevado hasta allí. Con
agilidad saltó el eléctrico que está sobre los comederos y fue a agarrar la
bolsa para cargarla en el tractor y tirarla después en el basurero.
Dicen
que ni lo vio venir al enorme toro negro que siempre había dados muestras de
tener mal genio. La bestia lo encaró casi de costado y le dio un terrible
cabezaso sobre las costillas, partiéndole cinco con ese golpe. El pobre Pedro
voló contra los comederos, mientras el toro volvía a tomar envión para
rematarlo. Haciendo cierto eso de que ante el peligro el dolor desaparece, Pedro
se agarró del alambre para pararse, pero el toro no le dio tiempo. Se le vino
encima. Entonces el muchacho, en un movimiento reflejo, extendió el brazo para
protegerse… ¡Y ocurrió el milagro!... Al estar tomado con la otra mano del
alambre electrificado, en cuanto el toro lo tocó, tuvo una enorme descarga que
lo hizo bufar y abandonar por un momento el ataque.
Ya
el toro empezó a dudar, pero seguía furioso. Volvió a intentar otro lance, pero
un nuevo choque eléctrico le enderezó las ideas y por fin dio la vuelta y se
retiró.
A
duras penas Pedro pudo subir al tractor y volver al galpón. Llamó al patrón y
en un rato llegaron a buscarlo. La cuenta dio que tenía cinco costillas y un
brazo fracturados, pero insiste en que la sacó barata ¡Y habrá que creerle
nomás!
Buen día Jorge, es cierto...en el momento no sentis nada, pero en cuanto pasa todo y se te baja la adrenalina, ahí si que te duelen hasta la punta de los dedos...
ResponderEliminarY hay veces en las que no te da tiempo a nada, y otras en las que no sabes como hicistes para saltar un alambrado "limpito" o pasar por encima una manga con tanta destreza.