martes, 1 de septiembre de 2015

La dulce venganza

El Castillo es una estancia grande ubicada hacia el norte, a unos 20 km de San Manuel. Tienen varios empleados porque allí se trabaja con mucha hacienda de cría. Además, parece que la administración los cuida mucho, porque la mayoría de los que entran a desempeñarse en ese establecimiento, terminan saliendo jubilados y con algún capitalito como para pasar una buena vejez.
Un peón destacado es Edelmiro Martínez. Quedó trabajando en el Establecimiento en el lugar de su padre, cuando este se accidentó con el tractor, en la época de las inundaciones del año 80.
Dos cualidades que destacan a Edelmiro son su curiosidad y su carácter alegre y juguetón. Tanto es así que siendo más joven vivía haciendo travesuras al resto de los peones, para divertirse sin gastar plata. Un día le aflojaba la cincha a alguno, con lo que al tratar de subir a caballo, el infeliz se daba de culo en el suelo con el recado en la cabeza, otro día metía una culebra en la cama del mas miedoso, haciendo que el corazón del burlado prácticamente se le saltara del pecho, o solía también aparecerse como un alma en pena en las habitaciones del personal, cubierto con una sábana y aterrorizando a todos.
Pero tanto hizo que al final llegó la venganza. Dos de los puesteritos más jóvenes, víctimas reiteradas de las bromas de Edelmiro, se juntaron en la matera para charlar, asegurándose que el bromista los oyera. En voz baja, casi cuchicheando, uno le dijo al otro:
-¡No sabés lo que es! ¡El sábado a la noche estuve con la Palmira y la dejé loca!-
-¿Pero no arde mucho?-
-¡Que va a arder! ¡Es bárbaro! Solo lo remojás una vez y el efecto te dura como diez días. ¡Lo preparás en un jarrito y metés el pito adentro hasta que sentís que se hincha un poco!-
-¡Decime como es la fórmula! ¡Pero esperá!- Dijo uno de los muchachos –Me voy a fijar si no nos oye nadie-
Edelmiro se escondió atrás de unas bolsas, pero dejó el oído largo para escuchar bien como era la cosa.
-¡Mirá! Tenés que juntar hortigas, picarlas bien y meterlas en medio litro de alcohol puro. Además, le ponés una cucharada sopera de pimentón fuerte y otra de ají molido y al final, le agregas un chorro de linimento para los caballos. Lo batís bien y lo dejás una semana preparado. Cuando ya lo tenés maduro, lo pasás a una latita, ponés adentro tu instrumento y listo. Con eso te ponés más bravo que el padrillo de Ledesma y sos capaz de bajar y subir más de diez veces en una noche-
Edelmiro siguió al pie de la letra la receta, pensando en las cosas que haría con Martina, su noviecita nueva. Pero el chiste le costó dos días de internación y casi dos meses para que el miembro tumefacto recuperara su forma original.
Eso sí. Ya nunca más hizo alguna de sus bromas. Fue como si se asentara de golpe.

     

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