Los que vienen siguiendo estos relatos, sabrán ya de
las andanzas de Beto Menéndez en Mar del Plata, tratando de “desfacer
entuertos”, tal como pretendía el inolvidable Quijote de la Mancha. Sabrán
también que hubo una mujer, Micaela Rodríguez, que se enamoró perdidamente del
campeón, cuando lo vio en acción enlazando con bravura a dos motochorros.
La cuestión es que Beto pronto comprendió que ya no
podía seguir con su tarea vigilante, a bordo solo de sus alpargatas negras.
Tenía que tener alguna movilidad, y lo más práctico y económico que consiguió
fue una motito Zanella 50 cc, a la que pintó con los colores distintivos de su
disfraz. Micaela, para no ser menos, consiguió prestada la moto de un primo y
casi todos los días esperaba escondida, la salida del héroe, para seguirlo
discretamente en sus recorridas. Hasta que pasó lo que pasó.
Tendrán noticias ustedes, que por estos días se han
puesto de moda los secuestros express en Buenos Aires, y los delincuentes de la
costa, imitando a los capitalinos, decidieron incursionar en el rubro.
La cuestión es que una noche, pasadas las once, tres
enmascarados atraparon violentamente al dueño de una gran casa de deportes de
la conocida calle Guemes, metiéndolo a los empujones en un viejo Falcon modelo
`87. Justo en ese momento, Beto venía de recorrida por la zona y alcanzó a ver
el movimiento. Aceleró violentamente su moto y lo mismo hizo Micaela unos cien
metros detrás, sintiendo que su corazón galopaba desbocado ante la nueva
aventura. Recorrieron dos o tres cuadras como a 50 km por hora, cuando de
pronto, una de las puertas traseras del auto se abrió y salió despedido el
cuerpo del infortunado señor, que arriesgó así su vida para
escapar de los delincuentes. Beto miró alejarse el auto, mientras se detenía
para ayudar al hombre. Enseguida llegó Micaela, a la que Beto no conocía y le
dijo que ella se haría cargo de eso y que llamaría también a la policía para
pasarle la patente del auto de los secuestradores. Después, mirándolo
directamente a los ojos, con el pecho inflamado de amor, le pidió que siguiera
persiguiéndolos para descubrir su escondite.
El héroe puso en marcha su aparato y salió
raudamente detrás de los malhechores, que por suerte no iban muy bien montados.
Pronto se les puso a tiro y comenzó a seguirlos. Iban con rumbo a Batán. Pero
el corazón y el pensamiento de Beto habían quedado inundados con la aparición
de aquella misteriosa mujer que lo había mirado de una forma tan apasionada… Continuará
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