Cuando sonó el teléfono, estaba volviendo de la zona
de Matienzo. Había terminado un trabajo grande en un rodeo de vacas Angus, y ya
pensaba en los mates que me iba a tomar al llegar a la veterinaria.
Era Omar.
-¡Che Jorge! Al final tenías razón. El ternero se
murió ¿No querés abrirlo para ver si tiene eso que decías ayer?-
-¡Listo! ¡Ahora entro de pasada y le hago la
necropsia!-
El día anterior le había atendido un ternero con
claros signos de neumonía. A pesar del tratamiento, estaba en tan mal estado,
que le avisé que era muy probable que no se salvara. Lamentablemente resultó
cierto.
Cuando llegué, me estaban esperando Omar, con José y
Daniel, los dos mensuales. Las necropsias y las cesáreas son trabajos que
despiertan mucha curiosidad, así que en este caso, me calcé los guantes y fui
desarmando al animalito y explicando las cosas que iba encontrando, mientras
los tres me miraban hacer atentamente.
Resultó que era una neumonía grave nomás.
Terminé el trabajo, me lavé las manos y nos tomamos
unos mates en la camioneta. Ya no tenía apuro. La mañana estaba cocinada.
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