Se va otra tanda de residentes, conocidos en el
pueblo como “aprendices”. Como tantas veces, Erik y Ariel se metieron en la
vida del lugar, se hicieron conocidos de mucha gente y hasta se dio el caso de
que Ariel interviniera en el estreno de la última obra de teatro, haciendo un
papel corto pero bien logrado.
Estos últimos vinieron como parte de las residencias
de pregrado de su Facultad de La Plata. Ayer llené las planillas que deben
entregar, junto con la calificación, y hay un ítem donde preguntan cómo evalúo
sus conocimientos teóricos, y volví a explicarles a los docentes platenses, que
mi función como tutor no es evaluarlos. De eso se habrán encargado los profesores
que tuvieron en cada materia cursada. Creo que mi función como tutor es darles.
Darles todo lo que pueda. Mostrarles nuestra realidad de trabajo, hacerlos
participar en nuestras tareas, que vean una forma de comportarse y relacionarse
con la gente, y trasmitirles, si se puede, algún modesto conocimiento o
práctica fruto de la experiencia.
Muchas veces me han preguntado que se gana con esto
de ser tutor, ya que no es una actividad rentada, y yo digo que lo mejor que se
puede obtener son afectos. Ver que los que pasan por San Manuel, se llevan
alguna cosita o algún detalle que les servirán en su vida profesional. Recibir
cada tanto alguna llamada de un ex aprendiz, haciendo una consulta por un caso
y, por fin, sentir que lo que se dio generosamente, vuelve en buenos recuerdos.
Y ya quedó el sucucho desocupado para recibir nuevos
aprendices llenos de ganas de trotar por el campo entre las vacas. Ahora
estamos en contacto con una estudiante de Francia. Veremos que sale.
O los aprendices son cada vez más altos o el tutor va perdiendo altura
ResponderEliminarO los aprendices son cada vez más altos o el tutor va perdiendo altura
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