Almorzando el último viernes. Día ventoso pero carne de primera
Casi siempre se empieza cerca de las 10 y media de
la mañana. El encargado de hacerlo es el más viejo, o el que está con una tarea
más liviana, o el que sea mejor asador. Allá va el cocinero por su noble arte,
mientras el resto sigue trabajando fuerte con las vacas en la manga.
Primero elige con cuidado el lugar, tratando de que
no sea muy lejos, ni que quede tan mal ubicado como para que la gente reciba
todo el humo en la cara. El viernes, como había mucho viento, Luis prendió el
fuego al reparo de un gallinero de chapas, justo al lado de la manga.
Siempre se usan parrillas muy bajitas o, si hay un
poco más de tiempo, la carne se hará al asador. Si es en la parrilla, se pueden
cocinar tiras de asado, algún vacío, los huevitos de los terneros recién
castrados y, tal vez, algún matambre; en cambio, si el maestro usa el asador,
podrá ser un costillar entero o algún cordero, lo que figure en el menú.
Esta vez nos tocaron tiras de asado.
Se condimenta solo con sal o alguna salmuera bien
sabrosa, y se toma vino o jugo.
Se agrega galleta o pan ¡Y listo! Ahí está el
almuerzo más campero. Carne, pan y vino. Sencillito pero buenísimo. No se si
porque cuando está listo, uno lleva más de 5 o 6 horas moviéndose sin parar y
tiene más hambre que lima nueva, o porque es rico nomás.
El comedor se arma cerca del fuego, y los comensales
se sientan en lo que encuentren. Pueden ser las tablas de la manga, algún
tronco viejo, un bidón, o un balde dado vuelta; y se come usando solo un
cuchillo bien filoso, sosteniendo la carne caliente sobre un trozo de galleta.
Estos asados son un buen premio después de una
mañana de trabajo fuerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario