lunes, 6 de septiembre de 2010

Tomás el porfiado

-¡Tené cuidado Tomás!- Le gritó Alejandro -¡Ese toro es muy loco y te va a poder!-
Pero Tomás era un muchachón porfiado. Y en lugar de poner el perno en el cepo para que el animal no lo abriera de golpe, se acomodó con cuidado y lo esperó. El inmenso toro Angus se vino como un viento y encaró por dentro de la manga. Fue tan grande el impacto, que el pobre Tomás ni lo vió. Pero seguro que sí lo sintió porque el palo del cepo se le incrustó debajo de las costillas y lo hizo saltar en el aire como un pajarito ¡Y se desparramó inconciente en el suelo!
Alejandro y yo nos quedamos mirándolo. El tipo no respiraba. Y nosotros de espectadores. Sin hablar
De pronto Alejandro, sin perder la calma dijo: -¡Se murió!-
-¡Quien sabe!- Le contesté -¡Capaz que no respira por el golpe en la panza!-
-¿Y no se anima a hacerle algo Jorge?-
-¡Y que se yo! Pruebo- Dije no muy convencido. Y justo cuando me agaché para hacerle algún masaje en el pecho, Tomás pegó una bocanada grande, y el aire fresco empezó a entrar de nuevo en sus pulmones. De a poco se fue recuperando, así que lo dejamos sentado un rato en un banquito y seguimos con el trabajo.
Y como sería de porfiado, que cuando se sintió mejor se acercó a Alejandro y le comento en un hilo de voz: -¡Toro hijo de puta! Me agarró descuidado…¡Que si no!-
Y no le contestamos nada para no hacerlo sentir peor…

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