Crucé
el jardín que separa la casa de la veterinaria antes de las 5 de la mañana.
Estaba muy oscuro porque la luna apenas creciente no daba ninguna luz a la
noche. Una helada machaza había congelado los pastos que crujían al pisarlos y
el aliento se me iba en una columna de vapor.
Mi
perro Protón me saludó contento y se estiró voluntarioso esperando alguna
caricia al pasar.
Preparé
los tubos para el sangrado, las cosas que iba a usar en el tacto de las vacas y
la revisación de los toros, y armé el equipo de mate. Cargué la camioneta, y a
las 5 y media, salí de viaje para Claraz, feliz y contento. Se venía otro día
de trabajo fuerte y seguramente sol pleno, en el campo de los Leguizamón. En el
pueblo todavía dormido, lleno de silencio, solo vi dos o tres conocidos
madrugadores preparándose para arrancar.
Cuando
pasaba por la localidad de Juan N. Fernandez, el sol despuntó sobre el
horizonte que blanqueaba y las últimas estrellas se escondieron despacito, mientras
desde Radio Necochea, Federico Cañada seguía promocionando las domas y pruebas
de rienda de la zona en su programa “Mañanitas Camperas”.
Otro
lindo amanecer en el campo.
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