Llegué
temprano a la estancia “El Jaguel” de los Amondarain. Teníamos mucho trabajo, así
que se habían juntado varios paisanos para ayudar en la encerrada de la
hacienda y las tareas en la manga.
Juan
Amondarain, enérgico como siempre, me recibió contento y apenas aclaró,
empezaron a desfilar las vacas negras y coloradas del inmenso rodeo. La mañana
se nos fue entre risas y esfuerzos. Cerca de mediodía terminamos con las
guampudas y nos quedaba todavía por elegir algunos potros que iban a llevar al
campo de Guido. El encargado de los caballos en “El Jaguel” es Lidoro
Gutierrez, un tipo chiquito, pacienzudo con los animales, buen domador, pero
completamente dominado por su mujer. Una chica que más parece una tigra que una
esposa.
Teníamos
que completar ese trabajo, porque después Amondarain salía de viaje para Mar
del Plata. Encerraron la manada y cuando íbamos caminando para los corrales,
apareció la mujer de Lidoro y le grito bien fuerte: -¡Lidoroooo! ¡A comerrrr!-
Nos
miramos desconcertados por tan inoportuna intervención, mientras el pobre
gaucho desfilaba para su casa con la cabeza gacha.
-¿Y
si terminás esto y después vas a comer Lidoro?- Preguntó Juan interpretando lo
que todos pensábamos.
-¡No
puedo Don Juan! ¡Vio como es aquella!-
-¡Pero
por qué no la matás a esa mujer de mierda!- Grito el jefe muy caliente. Y
viendo que el asunto era inevitable, me convidó a comer y a tomar un vino en su
casa.
Ya
estábamos por empezar a saborear la sopa, cuando Teresa, la mujer que atiende
la casa grande, entró en el comedor y le dijo a Juan que Lidoro estaba en la
cocina.
-¡Hacelo
pasar!-
Lidoro
se apersonó humildemente, con la gorra de vasco en la mano y dijo en voz baja:
-¡Ya
está patrón!-
-¿Y?
¿Terminaste de comer?-
-¡No!
¡Ya la maté!
Juan
se quedó como pasmado y la cuchara se le cayó adentro del plato, salpicándolo
hasta la pera con el líquido caliente
-¿Cómo
que la mataste?-
-¡Y
sí! ¡Usté me dijo…!
Era
verdad. Solo que por un pelo, la mala mujer se salvó de la tremenda paliza que
le dio Lidoro. Estuvo como dos semanas internada en Lobería.
Tal vez ese domador es bueno por tener una mujer que lo tiene derechito,lastima el jefe que seguramente expreso algo por bronca y casi lo hace hacer una macana!
ResponderEliminarel jefe expreso misoginia
ResponderEliminarel jefe o el autor
ResponderEliminarJa Ja ... Erró el palo al gato!!! No es precisamente rechazo lo que el autor siente por las mujeres
ResponderEliminarAcá faltan comentarios... ¡Censura!
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