La
vaca brangus negro entro tranquilita a la manga. Le dimos la epidural y metimos
por primera vez la mano en el recto con el transductor del ecógrafo ¡Ah! ¡Qué
bueno! Los dos ovarios estaban grandotes como mandarinas y llenos de nudos, que
indicaban que la respuesta al tratamiento había sido exitosa.
Preparamos
todos los elementos y pronto estábamos haciendo el lavaje del útero. Allá
arriba, cerca del techito de la manga, colgaba el sachet con el medio de
cultivo para lavaje. Unas mangueritas que entraban y salían por la vagina,
hacían correr hacia adentro el líquido, para salir después en caída libre,
arrastrando en el torrente a nuestros preciados embriones de siete días.
La
caída se detenía en un filtro especial, donde los futuros terneritos quedarían
retenidos.
Una
vez terminado el trabajo, corrimos hasta el laboratorio y comenzamos la ansiosa
búsqueda. Pronto aparecieron seis bonitos embriones. Después de algunos pasos
previos, los fuimos poniendo en una pajuela cada uno y comenzamos el proceso en
la máquina congeladora.
Al
final del día ya estaban descansando en el termo de nitrógeno líquido,
esperando que pronto los depositemos en alguna linda receptora, para seguir con
su accidentado desarrollo.
¡Lindo
trabajo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario