-¡Qué
bárbaro doctor! ¡Cómo pasan las macanas!- Me dijo Andrés mientras yo terminaba
de guardar mis cosas en la camioneta.
El
martes 12, Andrés compró un lote de 26 vacas viejas y flacas, bastante baratas,
con la idea de engordarlas y hacer alguna diferencia económica. Pero en los
tres días siguientes al remate, terminaron muriendo 11 de las damas.
Después
de hacer la necropsia a algunas de las finaditas, atender a las que enfermaron
y hacer varios análisis, llegamos a la conclusión de que se trataba de un caso
de intoxicación hídrica.
Con
los datos en la mano, Andrés habló por teléfono con el vendedor y el tipo no
tuvo más remedio que admitir el “pequeño detalle”, así lo llamó él, que provocó
el desastre.
El
fin de semana previo al remate pintaba lluvioso, así que decidieron llevar las
vacas a la feria el sábado 9. Quedaron encerradas y sin agua. Se vendieron el
martes a la tarde y después de la venta, las largaron a una plazoleta, con agua de bebida, hasta el momento en que se las cargó en el camión. Las pobres se tiraron al
agua, tomando con desesperación. Ya en el viaje de vuelta murieron 4, y el resto
en los días que siguieron, donde mostraron signos de furia incontenible,
provocada por el edema cerebral que ocasiona este desorden.
Dos de las afectadas que terminaron muriendo ¡Pobres gauchas!
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