-¿Qué
te pasó hermano?- Le pregunté en voz baja. Ya es sabido que los animales me
hablan solo cuando la gente descreída no los escucha.
El
caballo grandote me guiñó un ojo indicando que me acercara otro poco. Simulé entonces
que me daba trabajo aplicarle la endovenosa en el suelo y arrimé el oído a su
boca.
-¡No
lo va a poder creer dotor!- (no sé porque nunca me dicen doctor, o Jorge nomás)
-Me pica allá abajo desde hace días, y no encontré nada mejor para rascarme que
aquel tronco viejo que está al lado del galpón-
-Esperá
gaucho ¿Qué es lo que te pica?-
-¿Y
qué va a ser?- Dijo un poco insolente -¡El pito dotor! Me pica el pito una
barbaridad, así que me estuve refregando contra el tronco y se me debe haber
clavado alguna maderita, porque sentí un pinchazo fuerte, y ahora se me hizo
ese bulto que usté encontró
-¡No
te aflijas!- Le dije para tranquilizarlo -¡Enseguida te lo voy a acomodar! Vos
cerrá los ojos y pensá en algo lindo-
¡Metalé
dotor! Dijo el tostado, y cerró fuerte los ojos negros.
Tome
el bisturí con delicadeza y le hice un corte rápido y certero. Pronto salió el
pus y la bendita astilla que tenía incrustada.
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