martes, 19 de mayo de 2015

Una astilla




-¿Qué te pasó hermano?- Le pregunté en voz baja. Ya es sabido que los animales me hablan solo cuando la gente descreída no los escucha.
El caballo grandote me guiñó un ojo indicando que me acercara otro poco. Simulé entonces que me daba trabajo aplicarle la endovenosa en el suelo y arrimé el oído a su boca.
-¡No lo va a poder creer dotor!- (no sé porque nunca me dicen doctor, o Jorge nomás) -Me pica allá abajo desde hace días, y no encontré nada mejor para rascarme que aquel tronco viejo que está al lado del galpón-
-Esperá gaucho ¿Qué es lo que te pica?-
-¿Y qué va a ser?- Dijo un poco insolente -¡El pito dotor! Me pica el pito una barbaridad, así que me estuve refregando contra el tronco y se me debe haber clavado alguna maderita, porque sentí un pinchazo fuerte, y ahora se me hizo ese bulto que usté encontró
-¡No te aflijas!- Le dije para tranquilizarlo -¡Enseguida te lo voy a acomodar! Vos cerrá los ojos y pensá en algo lindo-
¡Metalé dotor! Dijo el tostado, y cerró fuerte los ojos negros.

Tome el bisturí con delicadeza y le hice un corte rápido y certero. Pronto salió el pus y la bendita astilla que tenía incrustada.

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