Ayer tenía otro día lleno de trabajo y animales para atender pero volvió a pasar. Era un gato viejo pero fuerte. Muy cabrón y malo, al que varias veces había cortado unos grandes bollos de pelo que se le hacían por todo el cuerpo. Siguiendo la rutina, le apliqué el sedante y lo traje a la veterinaria. Hice un lindo trabajo de peluquería y lo llevé a la casa para seguir viaje luego hasta un campo, donde debía vacunar un lote de terneros contra la aftosa. A la tarde pasó la dueña para avisar que el muy bandido se había quedado en el cajón donde lo pusimos y no se movió más. Que estaba bien muerto. Y otra vez la misma sensación de bronca y frustración. Esa que, les contaba una vez en estas páginas, nos ayuda a los veterinarios a tener equilibrado el espíritu. Que cuando creemos que somos medianamente buenos en lo que hacemos, nos da un llamado de atención para que nos acordemos que somos humanos y falibles. ¡En fin! ¡Feo! ¡Ojalá Don Gato este bien por allá arriba!
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COSAS QUE PASAN.......que bueno contar las PERDIDAS,pocos lo hacen..... pero estoy seguro que las BUENAS ganan por afano!!!!!
ResponderEliminar¡Y si Gastón! Son mas las buenas, lo que pasa es que de las malas se aprende mucho y esconderlas es de sonsos, aunque reconozco que muchos lo hacen.
ResponderEliminar¡Ah! Que nadie se entere que somos amigos... Ja Ja