lunes, 25 de agosto de 2014

Cambió de opinión

Eulogio Romano fue un gran comedor de carne. Junto con la galleta, era la base de su alimentación. Así que era lógico que sus desechos fecales, por decirlo suavemente, fueran de buen porte, color y una extraordinaria dureza.
Eliminar estos elementos de su cuerpo le llevaba un buen tiempo y esfuerzo.
Una mañana de verano salió a recorrer el potrero del fondo en la estancia “La Agustina”. Mientras costeaba la lagunita llena de juncos, le vinieron tremendas ganas de defecar, así que tranquilamente saltó a tierra, le puso la manea de botón al bayo, para no quedar a pie, se desenrolló la faja y se bajó las bombachas para cumplir con la tarea.
Estaba lindo el día, casi sin viento. El Eulogio cortó un pastito y se lo puso entre los dientes mientras, entre pujos y jadeos, iba eliminando sus productos. Pronto llegaron montones de moscas aunque el tipo ni se molestó. El problema fue que los aromas atrajeron también a las ágiles hormigas coloradas.
Como el hombre estaba medio amodorrado por el bienestar del acto y la bonanza del clima, ni se dio cuenta de que miles de hormigas invadían su retaguardia y sus partes vergonzosas.
Para cuando se avivó, tenía el cuerpo lleno de caminantes. Se levantó espantado, sacudiéndose con las palmas grandotas de sus manos, pero las asustadas hormigas eligieron picarlo salvajemente creyendo que el tipo era su enemigo.
Como pudo se vistió, montó a caballo y corrió a galope tendido casi una legua hasta la estancia. Al llegar se desnudó y se tiró sin pensarlo en el tanque australiano. Los que lo vieron pensaron que estaba loco, especialmente Palmira, la cocinera de La Agustina, que no simpatizaba con Eulogio vaya a saber por que razones.
Pero el daño estaba hecho. Cuando el hombre salió del agua, su miembro y los dos acompañantes, lucían enormemente grandes y deformados, el trasero estaba edematoso y color rojo brillante, y las piernas y el abdomen, le ardían increíblemente.
Esa tarde quedó internado en la salita de San Manuel. Lo pasó mal pero se recuperó a fuerza de tratamientos y cuidados.

Cuando volvió a la estancia lo sorprendió algo inesperado. Palmira parecía buscarlo a toda hora. Tal vez atormentada por algunas visiones extraordinarias.

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