Viento y tierra
¡Que lo parió! Las plagas y los azotes se dan por años. Hubo años de mosquitos, años de sapos, años de vaquitas de San Antonio, años de moscas, y tantos otros. Pero sin dudas, este será recordado como el año del viento.
Hace meses que no deja de soplar.
Día tras día, le da y le da. Sopla sin parar como queriendo limpiar vaya a
saber que cosa. Porque a mi que no me vengan con el cuento de que el viento son
masas de aire que se desplazan entre los centros ciclónicos y anticiclónicos.
Yo, que no soy ningún lerdo, hace rato que me di cuenta de que el viento es el
soplido de alguno que anda por allá entre las nubes. Y se ve que el candidato
anda medio molesto este año, porque se lo pasa desinflando las carretillas. No
son esos días de furia con tornados que destruyen todo. No. Es un venteo
cotidiano, que taladra, que pudre, que cansa, que molesta, que ofende, que
perjudica y que rompe la paciencia durante todo el día. A la noche sopla
también, pero uno se duerme escuchando como se doblan y retuercen los árboles de
alrededor, armando un murmullo que ayuda a entrar en el sueño.
Todo se hace más difícil. El trabajo
en los corrales con tierra reseca y suelta, se transforma en un atentado contra
nuestras humanidades. A la noche, los ojos no paran de descargar gotones de
tierra y los mocos, impregnados con el polvo, salen negros como la noche.
Enlazar se complica si es contra el viento. Escribir la planilla mas miserable
obliga a tener las hojas bien apretadas con toscas considerables, para que no
tomen vuelo. Es casi seguro que la gorra de vasco, lo menos que hará, es
ladearse sobre una oreja, y otras veces, terminará revolcada entre las tripas
de una parturienta ¡Una porquería tanto viento!
¿No será que el ñato soplón, viendo
tantas inequidades y desverguenzas sobre nuestra patria, está tratando de
mandarlas para el lado del mar a fuerza de soplidos? ¡Andá a saber!
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