¡Ya
está! Tengo a otro grande en ese Olimpo personal del que les hablé hace mucho
tiempo. Ahí donde voy poniendo las personas que más he querido y que me han
acompañado e inspirado.
Puse
a mi querido Manuel De Don Pedro.
Lo
conocí hace 34 años cuando llegué con mi familia a San Manuel. Era médico. El “Doctor”
del pueblo. Un profesional respetado por sus pares y amado por sus pacientes y
amigos. Atendió a todos nuestros hijos, que fueron muchos, y a nosotros también.
Fue un clínico de primera que rara vez equivocaba un diagnóstico y que, hasta
el final, usó la charla distendida, la palpación, la auscultación y la
percusión como elementos de trabajo, antes de ordenar los análisis complementarios
correspondientes.
Seguramente
estas cualidades estén presentes en cientos de esforzados médicos de pueblo a
lo largo del país, pero en lo que si estoy seguro de que Manolo se distinguió,
fue en sus valores como ser humano.
Un
hombre discreto hasta la exageración. Jamás hablaba de sus pacientes ni sus
cuitas. Uno estaba seguro de que una charla con él quedaba guardada en el mejor
lugar. Era afectuoso y amable con todos, pero especialmente con los chicos, a
los que invariablemente, además de las medicinas de rigor, recetaba muchos
besos, y algún abrazo si el problema era un poco más grave. Siempre estaba bien
predispuesto para atender a quien fuera, a cualquier hora y cualquier día. Me
acuerdo una vez que lo llamamos en mitad de la noche, porque uno de nuestros
hijos volaba de fiebre. Y llegó Manolo “peinado con cuetes”, con su maletín y
su sabiduría. Se quedó un buen rato con nosotros, se tomó un café y se fue sin
ningún apuro dejándonos reconfortados. No hablaba mal de nadie, a pesar de que
en sus últimos años en el pueblo, tuvo que soportar injusticias graves e
inmerecidas. También era solidario. Una vez tuvimos un accidente y no solo nos
atendió de maravillas en su consultorio, sino que nos acompañó hasta Tandil y
se aseguró de que quedáramos internados y bien atendidos.
Realmente
hay mil historias para rescatar de este hombre inolvidable. Seguramente andará
entre las estrellas, descansando de tantos desvelos. Fue un privilegio haberlo
conocido ¡Chau Manolo!
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