Ayer
fui a Necochea y en algún momento me senté a tomar mate debajo de un pino. En cuanto
me puse a mirarlo pensé: Seguro que este gaucho me ha visto pasar corriendo
hace tantísimos años cuando mis primos, hermanos y yo eramos chicos y veníamos a jugar al
parque ¡Pobre! Yo he tenido una vida tremendamente movida, viajé mucho, trabajé
mucho, quise mucho y tuve muchos hijos. Mientras tanto, este tipo ahí plantado,
solo, creciendo hasta el día que le toque caer de viejo ¡Que vida triste!
Y
en eso estaba cuando sentí que el gran árbol me miraba. No supe bien si las dos
piñas mas grandotas que colgaban de una rama eran los ojos, o si me veía desde algún misterioso
lugar del tronco retorcido. Y me habló. Con la voz asmática de los pinos, que les
sale así, en un susurro como de viento que se filtra entre sus hojas puntudas.
-¡Mira
vos!- Oí de pronto. Miré para todos lados pero no había gente cerca -¡Sí! ¡Sí!
A vos te digo. Ya me di cuenta lo que estabas pensando. Pero no creas que en todos
estos años no me pasaron cosas. De una de mis ramas, se colgó del cuello un
tipo cansado de vivir así que, al otro día, con él balanceándose, salí en la
tapa del Ecos Diarios. Ahí nomás donde estás vos tomando mate, se tumbaron
montones de parejas a hacer la cosa acostumbrada mientras yo miraba ¡Vieras que
entretenido! También aguanté el año de los tornados que golpearon toda la
costa. Una lástima, porque esa vez cayeron muchos compañeros. Soporté tremendas
lluvias y días de sol increíbles. Estuve a punto de morir cuando un turista
desgraciado prendió fuego al lado de mi tronco para hacer la parrillada ¡Tendría
tantas cosas para contarte!
Yo
estaba mudo de la impresión y me había quedado como un pavo con la bombilla en
la boca y el mate a medio tomar.
-Lo
que pasa es que me dio bronca que me tuvieras lástima. Que los árboles somos
bien orgullosos. Tendrías que saber que la diferencia con ustedes es que somos
firmes y fuertes, y por eso la vida da vueltas a nuestro alrededor, mientras que
ustedes son como barriletes que vuelan cerca nuestro, de un lado para otro,
siempre a merced de los caprichos del viento-
Ahí
sí. Fue demasiado. Respetuosamente junte mis cosas y me fui despacio para
otro lado saludando al gran pino con palabras cordiales. Y dijo al despedirme: -¡Volvé dentro de unos cuantos años más y me contás como te fue! Vos estarás
viejito, y tal vez yo sea más alto y vistoso que ahora-